LUDOPATIA: ILUSIONES DE DINERO FACIL QUE TERMINAN SIENDO UNA TRAMPA

Penurias y sufrimientos de los apostadores compulsivos. Los juegos de azar están asociados indefectiblemente en la mente de todos con la diversión fácil y el sentirse ganador. Un relevamiento realizado en Córdoba muestra que a partir de la privatización del juego se instalaron casinos, bingos y se autorizaron más de 2500 máquinas tragamonedas en toda la provincia. Pero esos datos no alcanzan para explicar un problema que se está transformando en algo cada vez más grave: LA LUDOPATIA. Se conoce como juego patológico, ludopatía o adicción al juego, al tipo de juego que implica asumir riesgos económicos con posibilidades de ganancias rápidas y que facilita la aparición de conductas problemáticas. ¿Y qué impulsa a la gente al juego? El juego normal es por placer; en cambio, el patológico se convierte en una necesidad, algo que está presente todo el tiempo en el pensamiento del adicto. Según los especialistas, los motivos pueden ser:

  • desilusiones amorosas, laborales, familiares,
  • soledad,
  • deudas
  • o, simplemente, tener una visión de futuro con pocas esperanzas.

Pero también tiene que haber una predisposición de la personalidad;

  • su debilidad frente a los móviles instintivos que le tientan desde la propia naturaleza, como la ambición, el afán,
  • el gusto por el riesgo,
  • la baja tolerancia a la frustración
  • y la susceptibilidad al aburrimiento.

Los psiconalistas sostienen que es una forma de autocastigo por culpas subjetivas no resueltas, y los psicólogos conductictas, como un ejemplo de condicionamiento operante; por los premios que recibe por su conducta.

Jorge B., de 40 años, trabaja en el centro y concurre todos los mediodías al casino flotante, a jugar unas fichas en la ruleta. "Desde hace unos meses juego cada vez más y no puedo parar; de todos modos, creo que cuando quiera podré salir." El aún no trata su problema, no es consciente del dinero que pierde cada día y siempre piensa que lo puede recuperar.

Alfredo R.: "La adicción al juego es terrible, te destruye. Te puede llevar a la muerte, a la locura o a la cárcel", reflexiona. "Mi peor etapa fue a partir de 1994, no podía dejar de apostar. Tenía en la calle 60 cheques sin fondo, el banco me había cerrado las cuentas, los prestamistas me exigían que les pagara y tenía hipotecada la casa de mis padres."

FAMILIARES INVOLUCRADOS

El impacto que produce el enfermo ludópata en su personalidad afecta también a toda su familia y entorno. El director terapéutico de la Asociación Aragonesa de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Azajer), José Vicente Marín, explica en su trabajo Modelo de Azajer intervención en terapia de familia, presentado en el primer Congreso de Ludopatía, realizado en Guipúzcoa, que "la familia sufre durante un tiempo, antes de que se descubra la dependencia, un largo proceso de desestructuración".

Esto lo corrobora Nati G., integrante de Juga-Non. "Después de casarme no vi a mi marido durante seis años, no volvía a casa después de su trabajo y tampoco veía a su hija. Tenía mucha bronca, quería divorciarme, pensaba que estaba con otra mujer y no sabía que era un jugador compulsivo. Cuando lo descubrí comencé a cambiar mi personalidad; me transformé en un monstruo, le gritaba, lo perseguía, hasta llegué a encerrarlo en nuestra casa para que no se escapara. Si no regresaba salía a buscarlo, con la nena en brazos, por los garitos, hasta que lo encontraba y armaba escándalos. Hasta que no fui a Juga-Non, no comprendí que yo era codependiente, que también necesitaba ayuda".

En el mismo trabajo, el doctor Marín describe diferentes etapas por las que atraviesa un jugador compulsivo o ludópata:

  • ocultación del problema;
  • negación de la relación adictiva con el juego (la familia lo ve como un vicio y no como una enfermedad);
  • incomunicación, la familia se contagia del silencio del enfermo;
  • mentiras,
  • sensación de fracaso,
  • sentido de culpa,
  • frustración sexual,
  • inexistencia de la vida social y la economía (el jugador patológico necesita de vez en cuando de una mayor cantidad de dinero y se recurre a cualquier medio para conseguirlo).
Después de 15 años de sobrellevar el problema, Nati G. es contundente: "La enfermedad no se cura, sólo se recuperan y hay que aprender constantemente". Reestructurar el vínculo familiar: diría el doctor Marín. No obstante, después de muchos tropiezos, Nati pudo continuar con su matrimonio, y su marido, a pesar de varias recaídas está en Jugadores Anónimos, y ayuda a los numerosos ludópatas, entre los que hay cada vez más mujeres. Material Extraído de: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=791216

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