FAMILIA Y ADOLESCENCIA

Las actuales condiciones de desarrollo de la socieda, son herederas de cambios que se vienen realizando aceleradamente. Bastante difícil resulta comprender las múltiples incidencias de los vaivenes culturales que especi­ficamente atraviesa la Institución Familiar, pero sin dudas esto sucede e impacta en su seno. Además, los nuevos modos de comunicación afectivas muestran diferencias notables con las condiciones de otros tiempos. No pueden negarse los cambios de la familia tradicional a las actuales donde:

  • Existen 18% de parejas que conviven sin casarse (30 años atrás, el porcentaje era de 7%).
  • El 28,8% de los hogares de todo el paí­s tiene a la mujer como principal sostén y responsable.
  • Siete de cada diez niños y adolescentes son pobres y de ellos, 37,6% son indigentes.
  • El 22% de los niños entre 5 y 14 años trabaja y, de los adolescentes que trabajan, el 58% no asiste a la escuela.

Estos datos provistos por el INDEC, UNICEF, el Ministerio de Salud y el Banco Mundial, muestran los aspectos cuantitativos que enmarcan los intercambios amorosos de las personas en nuestro paí­s. Si bien este escenario cuantitativo no nos explica el por qué de los comportamientos humanos, refleja no sólo cambios, sino una inestabilidad general que afecta a padres y jóvenes. El marco de inestabilidad laboral y económica torna inestable las emociones.Crecen las manifestaciones de intolerancia, violencia y otros comportamientos que alteran el equilibrio estructural de las familias, siendo los niños y adolescentes los eslabones de mayor vulnerabilidad.Las pautas saludables de lí­mites y afectuosa contención, se modifican. Estos procesos influyen seriamente en toda la familia.En este contexto, los adolescentes encuentran mayores dificultades para sus propios procesos de individuación.

LOS JOVENES

En su saludable crecimiento, avanzan en la búsqueda de la propia identidad. Camino que se logra cuando las condiciones afectivas de su entorno familiar son favorables, brindando el marco de confianza y seguridad que todo niño necesita.En este proceso, es sabido que entrarán en conflictos con muchas de las pautas, costumbres y valores que los adultos les han ofertado. También se sabe que el Grupo de Pares ocupará un lugar altamente significativo.

Será mucho más atractivo en los momentos de diversión elegir a los amigos que a los padres. Será mucho más placentero el tiempo fuera del hogar que las "aburridas"tareas y charlas en casa. Esto produce muchas tensiones en los adultos que les cuesta entender y aceptar el cambio en quienes hasta hace poco, respondí­an alegremente a las pautas que ellos establecí­an. En esta lucha, el adolescente, "ensaya"la afirmación de su identidad.

Lo que a los adultos les cuesta entender:

  1. La noche.
  2. El alcohol.
  3. Las nuevas costumbres.

La Noche: Siempre significó para los padres el ingreso en lo temido, especialmente las primeras salidas de los jovenes. Hoy tiene connotaciones particulares que incrementan las preocupaciones: la inseguridad y las drogas son parte del "fantasma"de los padres. Los jovenes, en cambio, no sienten tales temores. Por el contrario, al apropiarse de estos nuevos espacios, ensanchan sus vivencias de sentirse más grandes y con más poder, experimentando el tránsito saludable de niño a adulto.Los padres, quienes realizan el camino de la inseguridad de las primeras salidas a la mayor seguridad que confiere la experiencia, generalmente imprimen sus propios temores a estas salidas, otorgando a la realidad una connotación más "terrible". Uno de los fantasmas más expandido es la duda acerca de la "junta". Los "nuevos amigos" (desconocidos y por lo tanto, extraños) lo que aumenta por parte de los padres las sospechas y también la búsqueda de información. Estas preguntas se transforman para los jovenes en desconfianza a sus acciones o elecciones, siendo percibidas como intentos de control, lo cual provoca que la balanza se incline a las discusiones y al aumento de las tensiones. Aumentan las posibilidades de un pasaje de conflicto adolescente normal a conflicto familiar intenso. El tránsito por la adolescencia con sus pautas y costumbres no supone por parte de los padres, una postura pasiva y sumisa. Pero complica seriamente este pasaje, las estrategias de desconsideración, reproches permanentes y sospechas acerca de las elecciones que hacen los hijos.Tal vez como acción intermedia, entre sumisión y desconsideración, se ubique la posibilidad siempre necesaria de pasar por las palabras aquellas diferencias, los motivos de cada postura, respetando y a la vez orientando hacia acciones saludables.Con la salvedad que lo saludable para los padres puede no serlo para los hijos, o viceversa. Entre estas nuevas costumbres, encontramos el consumo de alcohol.

El Alcohol: La presencia del alcohol en la cultura actual, no es invento de los jovenes. Ciertamente la tolerancia social, ha favorecido su incremento.La publicidad y su consumo Centrados en ejes jerarquizados por la cultura consumista, como juventud, belleza y dinero, introdujo en sus objetivos comerciales, la novedad de promover los encuentros afectivos. Historia conocida: el Poder Económico hace de las carencias humanas, sus ganancias. Aun a costa de la salud. Y se enhebra, como en la producción tabacalera, toda la cadena de comercialización que por cierto brinda abundante riquezas, inclusive a los Estados. Los resultados son sumamente inquietantes, no sólo por la cantidad que se consume, sino también, las formas que acompañan al mismo, las que adquirieron características propias, imprimiendo un paisaje urbano diferente. Los kioscos, veredas y esquinas se han convertido en nuevos escenarios que promueven la crítica de los adultos y la atracción para los adolescentes. Por encima de esto, debemos realizar un esfuerzo, no sólo para entender sino, fundamentalmente, para tratar de transformar esta realidad. El alcoholismo es hoy, la causa más importante de uso y dependencia que padecen los jovenes y adultos en nuestra cultura. Los jovenes beben alcohol como si fueran gaseosas. La práctica se intensifica los fines de semana. Habitualmente se reunen para beber antes de entrar en los boliches, y al salir. También se ha hecho hábito, beber después de jugar al fútbol, antes y durante los recitales y, crisis económica mediante, reunirse con los amigos solamente para beber. Frente a este panorama, muchas veces la impotencia se adueña de los adultos por lo que se exige al Estado, el cumplimiento de normas prohibitivas, que si bien existen, son de difícil práctica. Por lo que se intensifica la impotencia y la creencia que nada se puede hacer. Quebrar esta tendencia, será más fácil si las acciones se aunan. En las comunidades pequeñas, es posible realizar acuerdos con expendedores, boliches, Municipalidad y grupos de padres para asumir el tutelaje de los hijos. Las dificultades, aunque parezca poco creí­ble, surgen por lo difí­cil que resulta sostener el compromiso de los padres en estas acciones, quienes finalmente terminan pidiendo que otras Instituciones hagan lo que deben hacer. No es novedad que la sociedad vive conflictivamente con las normas que regulan la convivencia. Desde la desconsideración de las señales de tránsito urbano o el incumplimiento de obligaciones que restringen ciertas prácticas, como no fumar en espacios demarcados, no arrojar suciedad en las calles o no levantar los excrementos de los propios animales en la vereda, calles o plazas. Esta precaria internalización de los límites agudizan los problemas cuando las personas debemos instalarlos. El consumo excesivo, nace por déficit en la regulación de los lí­mites dentro de la dinámica familiar. Como consecuencia de eso, muchas veces surgen medidas exageradas de control, como un intento fallido de resolver los problemas, o bien la creencia que ya nada se puede hacer, ahondando las dificultades.

Lic. Mario Sarli -Psicólogo- Matricula Nacional Nro. 6528

Material extraído de: www.prevenciondeadicciones.com.ar

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