EL CINE Y LAS ADICCIONES, SU HISTORIA...

El cine comenzó siendo un mero registro de la realidad. Narraba de manera documental hechos cotidianos. Era tan solo un avance con respecto a la fotografía pero de a poco, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, comenzó a narrar de manera ficcional diversos hechos. A lo largo de los años ha abordado casi todos los temas. Las adicciones no fueron la excepción. Promediando la década del 30 se filmaron varios cortos supuestamente educativos donde se prevenía a la juventud sobre los estragos que podía causar el uso de la marihuana. De esta manera se estigmatizó a los consumidores de sustancias legales e ilegales. Se decía que tenían una Enfermedad Social”. No se explicaba muy bien en que consistía pero aparentemente era terrible y llevaba inevitablemente a la muerte a cualquiera que la contrajese. Aprovechando este miedo muchos productores de películas de bajo presupuesto comenzaron a filmar películas supuestamente aleccionadoras con respecto al consumo de dichas sustancias. Filmes como "Marihuana" (José Bohr, 1935), "Marihuana, the Devil's Weed" y "Marihuana, the Weed with Roots in Hell!" (Dwain Esper, 1936) eran meras excusas para mostrar jóvenes fumando la hierba en cuestión con el solo propósito de llenarse de plata. En Estados Unidos la llegada del Código Hays (el cual determinaba que películas podían estrenarse y cuales no) en los años 40 frenó la proliferación de estas “filmes explotation“ (películas en las cuales se explota un tema candente con fines meramente comerciales). Las drogas tendrían que esperar que llegaran los alocados años sesenta para estar nuevamente en el tapete. La generación Hippie además de su filosofía, vestimenta y música trajo la moda de las películas lisérgicas. El Flower Power puso de moda el consumo del LSD y con el una nueva manera de ver y hacer cine. El LSD fue descubierto en 1943 por un químico suizo. No es casualidad que su primera aparición en la pantalla grande fuera de la mano de un científico loco protagonizado por Vincent Price en “The Tingler” (William Castle, 1959). Los autocines de la década del `70 se llenaron de películas de bajo presupuesto que explotaban el tema: “Acid Eaters” (Byron Mabe, 1968), “Acid Mantra” (Ben Van Meter, 1968), “Hallucination Generation” (Edward Mann, 1966), “The Weird World of LSD” (Robert Ground, 1967) y “Alice in Acidland” (John Donne, 1968) entre muchas otras usaban rarisimas imágenes psicodélicas tratando de remitir a la sensación de estar envuelto en un viaje lisérgico. Uno de los films más famosos de esta camada fue “The Trip” (Roger Corman, 1967) protagonizado por Peter Fonda y Jack Nicholson. Quienes admitieron haber consumido dicha sustancia para hacer más creíbles sus actuaciones. El genero llego a la entrega de los Oscars de la mano de Dennis Hooper, director y protagonista de “Easy Rider” (Busco mi destino, 1969) y se gano a los críticos con “2001, Odisea en el espacio” (Stanley Kubrick, 1968). Los estudios Disney ni lerdos ni perezosos se apuraron para reestrenar “Fantasía” (James Algar, Samuel Armstrong, 1940) aludiendo a que contenía imágenes altamente lisérgicas. El sueño Hippie terminó en la década del 70 cuando la cocaína reemplazó al LSD y a la Marihuana. La era de la paz se transformo en la de la guerra. El asesinato de Sharon Tate a manos del Clan Mason marcó el punto de inflexión. Esta década fue la bisagra entre los Hippies de los `70 y los Yuppies de los `80, mas preocupados por el dinero que por la paz mundial. Esta nueva camada de eternos adolescentes se enmarcaban detrás del uso de la cocaína, pastillas varias y drogas inyectables. El cine los retrató en filmes como “Wall Street” (Oliver Stone, 1987) y “Asesinato y corrupción en Beberly Hills” (Marek Kanievska, 1987) basada en la novela "Menos que cero" de Bret Easton Ellis autor de otro clásico de los `80 “American Psycho”. En la década del 90 volvieron a ponerse de moda las drogas químicas como el LSD, sumándosele el éxtasis. Filmes como “Trainspotting” (Danny Boyle, 1996), “Asesinos por naturaleza” (Oliver Stone, 1994) o “Pulp Fiction” (Quentin Tarantino, 1994) pusieron al día una formula ya usada en décadas pasadas. Como ya se sabe… El publico se renueva. LA DROGA EN LA HISTORIA DEL CINE Pasaría mucho tiempo hasta que Al Pacino, a las órdenes de Brian de Palma, se lanzase a hundir su cara en una montaña de cocaína, en "Scarface", 1983. El cine sobre el hampa ha sido uno de los ángulos recurrentes para sacar a escena el tema de la droga, ligada al negocio del crimen y el narcotráfico. “El juego es un vicio inocente y las drogas un negocio sucio”, decía el gran Marlon Brando en otra de Pacino, la imprescindible "El Padrino". Pero no estaba Brian de Palma derribando ningún tabú, ni contra ningún muro de la censura, ya a principios de los 80; aquellas lides hicieron célebres a otros mucho antes:

  • Marihuana contra la Censura. Desde 1930, casi al tiempo que se ponía en marcha la maquinaria del cine americano, lo hacía también la maquinaria de la censura, apoyada en el llamado código Hays, que impedía la aparición de estupefacientes en la gran pantalla. La respuesta de los cineastas cuajó en una serie cintas cuya temática fundamental fue el sexo, las drogas y la violencia: un género conocido como ‘exploitation’. Así, en el ecuador de los años 30, uno de los máximos exponentes del movimiento, Dwain Esper, estrenaba "Marihuana", la historia de una joven drogadicta que cae en la prostitución. La censura fue relevándose entonces por la contrapropaganda que propusieron directores como Tim Dirks, autor de "Reefer Madness" (1936), un falso documental moralizante que llegaba a afirmar de la marihuana: “La hierba cuyas raíces están en el infierno”.
  • Los primeros héroes: fumadores, alcohólicos, drogadictos. Mientras los custodios de la moralina americana se desvivían por negar la realidad de las drogas en la gran pantalla, no deja de ser significativo que todos los héroes de la edad de oro del cine americano abocasen interminables cigarrillos y apurasen rondas insaciables de whisky y aguardiente. ¿Acaso alguien se imagina a Humphrey Bogart pidiéndola otra vez a Sam sin un cigarrillo ("Casablanca", 1942)? ¿O a James Bond cambiando su Martini con vodka (“batido, no revuelto”) por un té inglés? Otro héroe americano coincidió en encarnar al que probablemente fue el primer protagonista drogadicto de la historia: "El hombre de brazo de oro" (1955), en la que Frank Sinatra trataba de dejar la heroína con ayuda de Kim Novak. Es seguramente un villano, ‘El Indio’ (Gian María Volonté) de "La muerte tenía un precio" (1965), el primer personaje en atreverse a consumir droga frente al objetivo de 8 milímetros. Eso sí, nunca haciendo explícito qué tipo de tabaco era ese que fumaba ‘El Indio’. Y, hagamos memoria, ningún pistolero solía durar mucho en el lejano oeste sin un cigarrillo en la boca.
  • Drogas para combatir una guerra. La globalización de las drogas fue un fenómeno gigántico y polifacético que tuvo lugar en los años 60. Una cultura de escritores, cantantes y cineastas marcaron caminos alternativos a los preestablecidos y fueron polea del multitudinario movimiento hippie, entendido como antagonismo del belicismo gubernamental, Vietnam y la Guerra Fría. Finalmente como un estilo de vida, por ejemplo en "Easy Rider", filme generacional de 1969 en el que dos camellos (Dennis Hopper y Peter Fonda) deciden invertir todo lo ganado en la compra de dos Harley Davidson para cruzar los Estados Unidos con destino a Nueva Orleans. Pero los pacifistas que conjuraban su horror hacia Vietnam a cobijo del LSD o la cocaína, no se distanciaban de sus contrarios tanto como creían. No sería Vietnam la única guerra que destacaría soldados americanos borrachos o drogados para evadirse del horror o, como por ejemplo propone "La escalera de Jacob" (de Adrian Lyne), de forma consentida y dirigida por el ejército para aumentar la resistencia y la agresividad en el combate (administrando anfetaminas y sucedáneos). Hay una película que parece tocada por la esencia de esta época tan convulsa, es "Apocalipsis now" (Francis Ford Coppola, 1979). La producción confundió personas con personajes durante un rodaje de 238 días, en Filipinas, que atrapó a los miembros del equipo en una experiencia colectiva, opresiva y anárquica, hipertrofiando la historia fuera de los límites profesionales del proyecto. Era un secreto a voces el consumo generalizado de estupefacientes entre el equipo durante el tiempo de rodaje. La famosa escena de la habitación de hotel, en la que el Capitán Willard entra en un estado de trance, es real: Martin Sheen no estaba actuando en ese momento, la cámara siguió rodando el arrebato de delirio y la secuencia terminó con la fractura del dedo del actor contra un espejo. El 1 de marzo de 1977 Martin Sheen ingresaba en urgencias tras sufrir un infarto.
  • Tras la pista de la Generación X. A partir de los años 80, las drogas han participado más desinhibidamente en guiones cinematográficos de todo cuño. Mención enfática ha de darse a nuestro cine, cambiado radicalmente tras la Transición: desde la comedia desenfadada de Fernando Colomo ("Bajarse al moro"), hasta el cine penetrante y turbador de Pedro Almodóvar ("¡Qué he hecho yo para merecer esto!", "Todo sobre mi madre").

Aunque los escenarios de la droga han sido otros:

  • los principales focos urbanos de las sociedades avanzadas;
  • los institutos,
  • los bares
  • y discotecas.

Y las concentraciones hippies de jóvenes activistas por la paz han dejado paso a grupos segregados de adolescentes erráticos y desencantados: lo que se ha dado a llamar ‘La Generación X’. Ewan McGregor sienta las bases del manifiesto, en lo que a drogas se refiere, por boca de Mark Renton en la aplastante "Trainspotting", de Danny Boyle (1996): “Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa, y las razones: No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”.

Otro título corrosivo es "Requiem for a dream", de Darren Aronofsky (2000), que sigue el proceso de inmersión de sus protagonistas en drogas de características diferentes, como lo son las anfetaminas y a la heroína. Un joven traficante (Jared Leto) sueña con salir de la pobreza gracias al narcotráfico, mientras se va enganchando más y más a la heroína. Al tiempo, su madre (Ellen Burstyn) vive sola, viuda, y se pasa el día viendo un concurso de televisión en el que sueña participar. Cuando finalmente recibe la llamada que supuestamente la invita a participar en su programa favorito, comienza una dieta de adelgazamiento a base de anfetaminas para lucir más guapa en televisión. El curso fatal de los acontecimientos de este réquiem por el sueño americano está narrado con estética psicodélica y ritmo asfixiante que ilustran trances de intoxicación o mono sucesivamente. Aronofsky termina una sobredosis cinematográfica desbordante y comprometida con el propósito incondicional de hacer entender al espectador a toda costa la experiencia de la droga.

EL SHOW DEBE CONTINUAR.

Más complicado que simular estar drogado por exigencias del guión, suponemos que será fingir que no se está una vez ha terminado el trabajo. Aun así no faltó quien emulase a su personaje; vidas imposibles fuera de la pantalla que hoy son mitos indelebles, como Marilyn Monroe, como River Phoenix, que no cumplió los 24 años. ¿Aún quieren saber cómo terminó la historia? El cine abordó el tema de la droga y el mundo del cine albergó la droga; los proyectos imposibles se convirtieron en clásicos; las estrellas malogradas se inmortalizaron; las risas tornaron en lágrimas y éstas en ilusión renovada... Ésta fue la gran fábrica de sueños del siglo XX, el show nunca se detiene: luces, cámara, ¡rodando!

Material Extraído de: http://www.observatorio.gov.ar/cya/movie01.html

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